Creemos que:
Dios no sólo ama a la Iglesia, sino ama la ciudad y cada esfera de su vida.
La misión de Dios abarca toda la vida urbana: la familia, la educación, la cultura, la justicia social, la economía, las artes, los medios de comunicación y más.
La Iglesia debe colaborar más allá de los muros de la congregación, tejiendo redes de acción y amor con otros ministerios y organizaciones que trabajan por la renovación de la ciudad.
Cristo es el centro de todo: de nuestra vida, de nuestra misión y de nuestra plantación de iglesias
Quito es el corazón que queremos ver latir al ritmo del Reino de Dios: justo, misericordioso, restaurado y reconciliado.
La Iglesia no es un fin en sí misma, sino un instrumento de Dios para bendecir la ciudad, discipular naciones y enviar obreros.
Cada creyente es un discípulo misionero, llamado a vivir su fe de manera pública, contextualizada y transformadora.
El Evangelio no solo informa, sino transforma personas, familias, barrios y estructuras sociales.
La multiplicación de iglesias es natural cuando el Evangelio arde en el corazón del pueblo de Dios.
La dependencia radical del Espíritu Santo es la única fuente de poder verdadero para plantar, revitalizar y renovar iglesias.
La unidad entre iglesias es un testimonio poderoso de que el Evangelio es real, vivo y reconciliador.